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viernes, 3 de junio de 2011

No me hablen de Bullrich

Yo me siento un básico muchas veces. Focalizar la vida en función de una pasión casi que llega a un límite inconducente. Las pasiones tienen mucho de necedad, pero qué le voy a reprochar al fútbol. Casi que trazo un parangón con el barrio, son mi camino, mi extensión. El fútbol me dio amigos, sentimiento, angustia, alegría, amigos, amigos, amigos... Una importancia casi única. Muchas veces creí en la vitalidad de la amistad. La misma cantidad de veces que me sentí defraudado. Pero sin dudas, es un placer que no podemos negar. Y los placeres muchas veces terminan obsesionándonos al punto de caernos mal. Pero bien vale el riesgo de buscarlos. Y al viejo no le gustaba el fútbol... En mi casa no se compraba el diario, no existió la revista Goles, la Solo Fútbol, mucho menos la Super Fútbol, con esos dossier de fútbol internacional que te comían la cabeza. Andá a explicarle a un pibe de 15 lo que significaba la vieja Copa de Campeones. El Milan de Sacchi; el Barca de Cruyff. Tener información del Napoli de Diego. Y mis viejos no compraban diarios. 8 años creo que tenía cuando me hice amigo del puestero de la esquina, que rápidamente lo vendió a un Bostero con tendencia a Los Andes. Esa cuadra de distancia, separaba el fútbol, las charlas mientras se ojeaba todo eran interminables. Mi viejo y su hiperquinesia en una lucha contra mi sedentarismo de diarios y revistas. Yo creo que mi viejo no compraba diarios porque no le gustaba el fútbol. Quien se iba a privar de saber como formaban los equipos rosarinos de los 80, por decir algo. Nunca escuche la voz de Jorge Bullrich en los pasillos de 1ro de mayo y condarco. Esas transmisiones pertenecían a los padres de mis amigos que los fines de semana amenizaban los partidos interminables. Mientras se jugaba al fútbol, existía esa radio parlante viejísima que anunciaba todo. Solo hablé de fútbol, me aislé demasiado del viejo en ese aspecto. Pero un día apareció con una entrada. Bah, la dejó debajo del plato de la comida. Cuando se lo entregué a mi vieja para que sirva, la vi inmaculada. Los Rodriguez, teatro Gran Rex (creo), presentación de Sin Documentos. Mi viejo me había adivinado un gusto, entre varios, no. Pero ir a ver una banda, no lo pensaba. Y fuimos, claro. Tremendo. El Pelado se pasó. Después recuerdo que me compró La Mosca y la Sopa de Los Redondos. Fue en Ezeiza. Algún pariente se había ido o llegado. Y ahí comenzó como una especie de plenos de ruleta en cuanto a la música. Aunque a decir verdad. No recuerdo que mi viejo siguiera una banda. Es mas, mi viejo no tenía fanatismos. Era mesurado. Tan mesurado que no le gustaba el fútbol...

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