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viernes, 17 de junio de 2011

Esa imagen no me pertenece

Recién pensaba, diez días que no escribo… Tengo miedo de chocar, de chocar con su camioneta. Esos son los momentos de imprudencia mental. Siento que no domino ese estado casi etílico sin haber tomado mas que un par de mates. Cuando voy manejando y fumando un cigarrillo siento que mi papá está de frente. Son lapsos de charlas en las que ninguno habla pero el aura es celestial. Son los momentos en que uno siente culpa. A ustedes no les pasa que después de un chiste sienten que están en falta. Necesito un luto medieval, puta madre. Esa tristeza en un rostro, son marcas que la vida te acomoda y que ningún puto cirujano te las saca. La imagen se repite en mi cabeza en esos baches que necesito llenar. Es él, ahí, en ese lugar plagado de trabas. Yo sé que en ese lugar mi papá no es feliz. Ese lapso, esa imagen que yo tengo es de una narrativa propia de una historia que me es impropia. Ese marco que tengo en los centímetros de cerebro no condice con lo que viví. Y se repite como fotocopia de documento. Puta madre me digo, tu viejo tiene que aparecer en un asado; en esa comunión de maderas, carbón, leña y el elixir de ese olor. En la copa de champagne. Tu viejo debe aparecer ahí. Pero no. Son los momentos de soledad, de mi angustia reiterada, de saber que no se rebobina. Siento el día del padre como un día mas. Siempre lo desvalorice. Y creo que de los últimos, siendo padre, he llegado tarde o me he ido temprano. A jugar al fútbol, claro. A mi viejo no le gustaba el fútbol, pero nunca me reprochó nada. Lo repetiría este domingo, claro, pero juego a las 11, vaya destino. Llego para la picada. Lo celebraré cuando brinde, no tengo dudas. El reproche es una constante que no se si me sacarán los años. Solo sé que muchos lo sueñan, lo ven y a mi es como que me pasa de largo. El teléfono suena menos, los repuestos de maquinas de afeitar duermen en una góndola de supermercado, alguien ya no los compra. Mi hijo se resiste a elaborar ese duelo y no manejo situaciones de angustia tan pronunciada.
Veo en mi abuelo la tristeza de un tango que quedó huérfano. Perder un hijo a cualquier etapa de la vida es perder a un hijo. Los padres sabemos de qué hablamos. Veo que mi abuelo se asfixia. ¿Y cuando te preguntan cómo estas? Que les decis; como el orto. No se puede. Pero la realidad es que todo cambió. Siento que en este koinhor no sabemos si saldremos secos o bien arrugados, lo que no tengo dudas es que el centrifugado es tremendo. Algunos te piden que entiendas la divinidad celestial de la situación. A mi ponémelo ahí enfrente, con una copa de vino, un buen plato de comida, hablando de cualquier cosa menos de los promedios. Es que a mi viejo no le gustaba el fútbol…

martes, 7 de junio de 2011

Una llama en el pecho


Planificar sobre una ausencia imagino que no será fácil. En parte por que la otredad es aquello desconocido, que posee vestigios emparentados con el miedo y el dolor. Yo que siempre pensé en la muerte, que transpolé mi idea que en el cielo (egocéntrica, claro) no había canchas de fútbol, me comí una mano de frente. Fui a lo banal de pensarme vivo una vez muerto. Es decir, viviendo, pensaba en la muerte y en lo que prosigue, que los creyentes reconocen como reencarnación. Eso. Fui 50 pasos adelante. Y encontré que no tengo respuestas, que mi viejo no me puede contarme qué pasa allá, que lo idealizo comiendo asados, tomando vino, buscando ladrillos para armar una casa, pero la angustia genera una llama y tu cuerpo no es ignífugo. ¿Me explico? Hoy no le encuentro sentido a la muerte, ni a la intuición de lo que significa. Es mas, pasé a tenerle miedo y eso te paraliza. Uno la presencia la ameniza casi que con rutina, con un valor significativo bajo. Pensaba que debemos prepararnos para los momentos y vuelvo a ese juego de adelantarme a las jugadas. Será propio, entonces. Esa planificación casi obsesiva de la muerte no me sirvió para nada, porque sufro la ausencia mas profunda en cada lugar común. En cada gesto, en los repuestos de la maquina de afeitar que ya no me regala. Pero he perdido el llanto, lo neutralicé mentalmente y quizá apeló a inmolarme en estas líneas para llorarlo. Pero quién carajo dice que el luto interno te libera. Solo cumple cánones preexistentes y muere solo en eso. El flagelo pasa porque me llevé a la muerte a un sector que me atomizó de tal manera que me siento en un desequilibrio emocional que no admite concesiones. No quiero que llegue la navidad para saber que mi dolor será canalizado en el gesto simple que mi viejo me está mirando. Aquello que he banalizado, lo necesito de oxígeno.

El día que se murió papá, lo noté en el rostro de mi esposa. Hubo un gesto, un quedo, una señal que me hizo complicado el trayecto de mi casa al hospital. Creo que allí comenzó la tarea de convencimiento en esas cuadras oscuras que fui atravesando. Es más, en un camino de rutina, me perdí. Ya era tarde, claro, aunque no tenía la certeza que finalmente me generaría ese frío cala huesos. Pero yo lo ví en ese rostro, aunque mi esposa no tenía ningún tipo de noticia, solo le habían comentado de una descompensación. Dicen que dije, "la concha de su madre, papá" previo golpe al volante. Yo no lo recuerdo. Como tampoco recuerdo cómo ingresé a ese cuarto para encontrarme con las últimas imágenes de mi viejo.

sábado, 4 de junio de 2011

No me baje los brazos pendejo

Creo que ya lo dije que a Jorge no le gustaba el fútbol y habrá una duda que nunca me sacaré: no le pregunté por qué no le gustaba el fútbol. Creo que lo acepté de la misma manera que él con mi pasión. La fuimos llevando como quien dice. Año 2001 si mal no recuerdo, en la misma mesa en la cual estoy escribiendo en este momento, cuadré una situación casi perfecta. Era un miércoles y previa captura de control remoto puse Brasil Chile por las Eliminatorias para el Mundial Japón Korea cuando intenté una alocución que traería inconvenientes. De frente al televisor, de espaldas a mi viejo, intenté algo más o menos así "dejo la facultad, me cansé de Comunicación Social, voy a todo por el periodismo". Se apagó la televisión con un solo gesto y esa presencia que tenía Jorge en la vida de todos, se hizo latente. Intenta escapar del momento como quien quiere cerrar un partido armando dos líneas de cuatro y los delanteros bien lejos. Pero no, había algo que oír, no se iba a ir derrotado de esa mesa, aquel que siempre quiso estudiar medicina y no pudo. Me dijo sus cosas. El qué vas hacer se cae de maduro cuando uno encara nuevos caminos. Ecuación sin equanom. Periodismo deportivo es lo mio, acá tenes todo lo que necesito para entrar al Círculo de Periodistas Deportivos. La decisión venía con folleto explicativa porque intuía a mi viejo en el después, por eso jugué la de precavido. Solo me pidió ser el mejor, lográ ser el mejor, dentro de los parámetros que has aprendido en tu vida. El logro de una pasantía y esa entrada en Olé que duró 2 años había sido mi pasaje al éxito. Mi viejo siempre arrancaba en el no para buscarle la vuelta al si. A muchos les debe pasar, supongo. Estuve 3 años sin trabajar en el periodismo hasta la inmaculada chance en FM SUR. Estaba contento quien en la vieja Radio Porteña había hecho Comunicándonos. Era el programa que proseguía al de América Argentina Trigovich. El tipo que no escuchaba radio, tenía su programa. Creo que iba los jueves a la noche, yo era un nene en aquel entonces. Me preguntaba mucho por la radio, estaba metido. A mi viejo que no le gustaba el fútbol escuchaba los programas, las previas, los partidos, a pesar que mi trabajo de producción no requería de mi voz. Pero Jorge sabía que yo estaba, entonces el debía hacer el aguante. Ese era mi viejo. El que un día me dijo, estoy orgulloso de vos, de esa gente que labura en la radio. Se los nota contentos, felices. Eso me emociona. Ese viernes no creo que haya escuchado el programa, pero cuando nosotros estábamos terminando una tira, él, a unas diez cuadras, encontraba su inmortalidad en estas letras.

viernes, 3 de junio de 2011

Brilla tu luz para mi

La frase la venía pensando desde hace mucho tiempo aunque no terminaba de definirla por cuestiones que uno posterga porque no las considera a priori interesantes. Aquel miércoles 6 de abril salí mas temprano de casa para ir a la radio para comenzar a darle color a una historia. No era una cuestión de animarse sino que tenía que ver exclusivamente con romper el aburguesamiento de la rutina laboral. Cumplida la requisitoria básica, confirmé lo que deseaba con el Negrom bajo un solo aspecto: el lugar era ese y no se tranzaba (le mostré la zona de mi cuerpo). Solo restaba decidir la tipografía. Aquello duró 15 minutos, no mucho mas. El turno estaba pactado para el viernes 8 a las 14 horas en el local. Gente afín a Quilmes, uno la pasa bien siempre. Y tras la primera edición en la radio, aquel día me dispuse al segundo tatuaje. El primero lo llevo en el antebrazo con el nombre de mi hijo, claro. Este segundo tatuaje tendrá varias particularidades que tienen que ver con el lugar en el cual irá y la dedicatoria. Brilla tu luz para mi es la frase traducida de Shine thats light on me de Sumo. El homenaje tenía que estar. Me gusta el nombre Luca. Pero Felipe terminó siendo Zinedine y ahí no había chances de nada. Entonces llevé a la piel al Pelado Prodan. En una frase que significa mucho para mi en cuanto a la pertenencia con un hijo. Aquel viernes 8 de abril, el Negro comenzó con el brazo derecho en su parte interna. Yo peleé por que también acompañe un Principito, pero se negó porque saldría deformando; tranzamos en unas buenas estrellas para que no esté tan solo. Brilla tu luz para mi denota el amor por mi hijo en su estado puro. Aunque, estaba latente con mi esposa el por qué de la mano derecha y no la izquierda donde figuraba Zinedine. Mis respuestas eran tajantes pero sin tanto sustento. Va acá y listo. Finalmente, casi a las 5 de la tarde la obra quedó concluida. Con algo de dolor, pero totalmente soportable. Llegado a casa, la foto fue a facebook donde ya había sido anunciado el mismo.
Esa tarde fui a la radio en colectivo. Recordaré cada momento como un golpe al mentón. Tengo en la mente cada espacio cada vez que mi hijo me pregunta por su abuelo. Cada movimiento y cada palabra se hacen recuperables en un instante. Me recuerdo sentado allá por las 11 de la noche. Destruido sin retorno, arremangando y con la cabeza gacha en busca de explicaciones que aún hoy no encuentro. Una puta mirada para una frase: Brilla tu luz para mi... Ocho estrellas de izquierda a derecha para un puto 8 de abril. Ni una mas ni una menos. Esas paredes con la elocuencia de un hospital casi que me guiñaban el ojo en gesto cómplice. La frase a mi hijo se había transformando en tres horas en una frase para él. El mismo que estaba a unos metros. Al que no podía ver sin moverse. La coincidencia de un homenaje es un golpe muy fuerte para un momento vacío porque no pasaba por un estado de conciencia para significar que mi viejo estaba pegado en la piel. Nunca lo pensé, pero ya no lo sentía impropio. Pero yo no se lo podía contar, si no me escuchaba. Me hace mal escuchar que cayó desplomado, que no tuvo fuerzas, que miró al cielo, que sonrió bajo el cobijo de su madre (dicen aquellos que se apoyan en la metafísica). No tengo dudas que la meticulosidad de mi viejo generó eso. Contrarrestó el dolor con ese homenaje. No me lo alivió pero generó algo en mi que será póstumo. Cada vez que mi hijo lo nombra pienso en la crueldad de lo que muchos llaman destino. Yo solo miro mi brazo y le agradezco su perfección...

No me hablen de Bullrich

Yo me siento un básico muchas veces. Focalizar la vida en función de una pasión casi que llega a un límite inconducente. Las pasiones tienen mucho de necedad, pero qué le voy a reprochar al fútbol. Casi que trazo un parangón con el barrio, son mi camino, mi extensión. El fútbol me dio amigos, sentimiento, angustia, alegría, amigos, amigos, amigos... Una importancia casi única. Muchas veces creí en la vitalidad de la amistad. La misma cantidad de veces que me sentí defraudado. Pero sin dudas, es un placer que no podemos negar. Y los placeres muchas veces terminan obsesionándonos al punto de caernos mal. Pero bien vale el riesgo de buscarlos. Y al viejo no le gustaba el fútbol... En mi casa no se compraba el diario, no existió la revista Goles, la Solo Fútbol, mucho menos la Super Fútbol, con esos dossier de fútbol internacional que te comían la cabeza. Andá a explicarle a un pibe de 15 lo que significaba la vieja Copa de Campeones. El Milan de Sacchi; el Barca de Cruyff. Tener información del Napoli de Diego. Y mis viejos no compraban diarios. 8 años creo que tenía cuando me hice amigo del puestero de la esquina, que rápidamente lo vendió a un Bostero con tendencia a Los Andes. Esa cuadra de distancia, separaba el fútbol, las charlas mientras se ojeaba todo eran interminables. Mi viejo y su hiperquinesia en una lucha contra mi sedentarismo de diarios y revistas. Yo creo que mi viejo no compraba diarios porque no le gustaba el fútbol. Quien se iba a privar de saber como formaban los equipos rosarinos de los 80, por decir algo. Nunca escuche la voz de Jorge Bullrich en los pasillos de 1ro de mayo y condarco. Esas transmisiones pertenecían a los padres de mis amigos que los fines de semana amenizaban los partidos interminables. Mientras se jugaba al fútbol, existía esa radio parlante viejísima que anunciaba todo. Solo hablé de fútbol, me aislé demasiado del viejo en ese aspecto. Pero un día apareció con una entrada. Bah, la dejó debajo del plato de la comida. Cuando se lo entregué a mi vieja para que sirva, la vi inmaculada. Los Rodriguez, teatro Gran Rex (creo), presentación de Sin Documentos. Mi viejo me había adivinado un gusto, entre varios, no. Pero ir a ver una banda, no lo pensaba. Y fuimos, claro. Tremendo. El Pelado se pasó. Después recuerdo que me compró La Mosca y la Sopa de Los Redondos. Fue en Ezeiza. Algún pariente se había ido o llegado. Y ahí comenzó como una especie de plenos de ruleta en cuanto a la música. Aunque a decir verdad. No recuerdo que mi viejo siguiera una banda. Es mas, mi viejo no tenía fanatismos. Era mesurado. Tan mesurado que no le gustaba el fútbol...