En dos lugares diametralmente opuestos, las historias, el encantamiento que provoca la muerte. La comprobación empírica de la situación ahí nomás, enfrente de todos. Ese lugar frío, de paredes blancas, creo, miradas sin mirar y la puta que me acorde de eso que dicen que "una imagen vale mas que mil palabras" No tenía palabras, no podía abrazar a mi vieja, no llegaba, algo no me dejaba. Egoista yo y esa pared de frente que nunca pude derribar. Enfrente de mi casa de la infancia, madrugada de ese viernes 8 de abril para sábado, la imagen perfecta de la leyenda. Un sueño fuerte, una vela prendida y vuelta a la cama. El testimonio fue el siguiente: "Jorge se me rompió el burro de arranque del auto, no tendrás algo para darme una mano. (Dice que la risa no fue grotesca, sino compasiva) No puedo, yo estoy de viaje, yo estoy muerto", fue la respuesta. Calor por el cuerpo y frío, esa mezcla que genera la angustia y el miedo. La vela que se enciende y un sueño que ya no volvería a ser el mismo. La mañana de ese sábado 9 de abril lo encontró con la noticia y el llanto es persistente en el recuerdo. Se atomizó, quedó encerrado en una verdad que nunca creyó posible.
Desde chico creí mas en la muerte que en la vida, será porque alguna vez me di cuenta que cuando nos morimos, no hay canchas de fútbol en el cielo. Y me dije, no tengo fútbol, no tengo vida. Mi vida es el fútbol, a la cual le fui agregando valores a medida que fui creciendo. Mis amigos me los dio el barrio y el fútbol. Las primeras novias las conocí del otro lado de la línea de cal: hermanas de compañeros que nos iban a ver. Los códigos de la vida me los dio el fútbol. Aprendí que no había que hacer trampa para ganar pero sí ser pillo cuando reboté la pelota contra un cordón y la fui a buscar larga para quedar mano a mano con el arquero. Al viejo no le gustaba el fútbol...
Los hechos mas significativos de la vida están marcados por el antagonismo de la vida y la muerte. El nacimiento de mi hijo, la muerte de mi viejo. Nunca pensé que ambas cosas pudieran dejarte desnudo. Nunca pensé que mi viejo, Jorge, pudiera abandonarnos tan rápido. Pensaba en la muerte, pero no en la de él. Mientras escribo pienso cuánto voy a durar manteniendo este blog, cuántos relatos pueden existir para mi katarsis. ¿A quién le puede interesar la vida de mi viejo mas que a mi familia o a mis amigos? Es la misma cantidad de veces que pienso porque quiero ser tan abarcativo en vez de dejarme llevar y pensar que puedo tomar esto como una charla con él. Mi viejo no era mi mejor amigo, mi viejo era mi Padre. Cosas en común? el fútbol seguro que no. Los cigarrillos Marlboro robados, mi hijo-su nieto, el vino, el asado, las fiestas, la familia. Su intención de que me guste la caipirinha caducó hasta en este último fin de año. Seguro me seguiría regalando whisky caro o me diría querés un sanguche de crudo. Ambas cosas no me gustan, claro. Pero mi viejo tenía un don; convencerte. Y me convenció en muchas cosas. Pero a mi viejo no le gustaba el fútbol y por eso quiero escribir...
Fede, no estas solo. Yo te leo y te entiendo. Comparto todo con vos, todas las vivencias y todos los sentimientos, si hasta comparto un lugar comun, solo que nos separaba la Crisol, con una solo diferencia, el mio vive, pero nunca lo tuve. Abrazo grande.
ResponderEliminarGus