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martes, 31 de mayo de 2011

Un jugador elegante sport

Las zapatillas no logró divisarlas a la distancia. La memoria va de la mano del alemán que a todos nos persigue. Era chico, imagino que unos 8 años. El barrio era el barrio. ¿Cómo explicárselo a un Emo? El barrio tenía vida propia, no había reglamentos pero todo estaba escrito. Todo. En el barrio eras Dios, el barrio te conoce, se compadece, se apiada, te da una mano. Qué se yo, no imagino una vida sin barrio. Tiene preceptos básicos: un kiosco, una casa de quiniela, la panadería, el almacén. Vivir allí era la gloria. Pero la gloria en serio. Mis viejos me hicieron vivir eso. Yo viví en un barrio, de casas parecidas, de familias italianas, de potreros, de viejas pincha pelotas, de la botellita, de las escondidas. El barrio de la barra. De los amistosos contra otras cuadras. La barra de Condarco al fondo, los pibes de La Plaza, los otros de 1ro de mayo. En el barrio, jugábamos todos en el mismo club: el 7 estrellas. Ese guetto es indescriptible. Y como todo barrio, el fútbol era la matriz de la vida. Y yo lo diviso con esas zapatillas (lejos de ser unos Ocellotte, lujo de la época) un short, mas de gimnasia que de fútbol, blanco inmaculado con tiras verticales azules.Era un Adidas. Y la remera es la remera. Uno se pone la casaca del tipo que quiere ser. El no. Fue con una chomba amarilla huevo. Era una cancha de 11, recuerdo. La Inyecta. Yo tenía ocho años. Esa fue la única vez que vi a mi viejo jugar al fútbol...

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